
Independiente consiguió anoche en Oliva una de esas victorias que se festejan por duplicado, por lo trabajosa que fue, por lo duro del rival y porque le permite sacarle ventaja a uno de sus rivales directos en la clasificación a la próxima instancia.
Como ante Ceres, el Poli lució repleto, y ese importante marco tuvo un espectáculo deportivo digno de ver.
Independiente lideró el marcador durante casi todo el partido, pero San Isidro se le arrimó peligrosamente en el cuarto decisivo y fue ahí cuando apareció lo mejor del equipo de Oliva. Esa calma mezclada con agresividad, ese corazón caliente asociado con inteligencia para saber manejar los momentos del partido. «Sani», con un encendido José Montero, se puso a 4 puntos del local a falta de 4 minutos para el cierre del partido; lo que provocó el pedido de tiempo muerto por Martín González. Tras el minuto, Independiente atacó y el «Tucu» Noblega metió un triple crucial para enderezar el barco y encauzar el rumbo. En esos minutos finales, el anfitrión lució invencible, firme para atacar y lastimar, con un Reinaudi imparable, con un Martina influyente y con un base que entiende todo y simplifica las cosas.
Fue de esos partidos que todos queremos ver, parejo, apretado, con el rival que se agranda en los momentos decisivos y con esos dobles (o triples) que te hacen levantar de la silla para festejarlos. Fue emocionante ver el «Gigante» otra vez lleno, y esa ambigua sensación que el juego provoca: de estar nervioso por un momento complicado de tu equipo, a festejar con locura por esa pelota que se eleva y cae dentro de la canasta.
Independiente superó a un difícil San Isidro de San Francisco por 85 a 79 y dio un paso más hacia la clasificación directa a Cuartos de Final de la Liga Argentina de Básquet, un paso firme, bien plantado, de esos que tienen en claro a donde se dirige.